Cómo enfrentar la desinformación, la polarización y la pérdida de confianza en un mundo interconectado
Introducción
La digitalización ha transformado la manera en que las sociedades se informan, debaten y construyen confianza. Las redes sociales, los motores de búsqueda y las plataformas de mensajería han acelerado el flujo de información a niveles inéditos. Sin embargo, junto con las oportunidades de conexión, el entorno digital también ha traído consigo desafíos graves: desinformación, polarización, discursos de odio y pérdida de confianza en las instituciones.
En el marco del Año Internacional de la Paz y la Confianza (2025), reflexionar sobre estos fenómenos es vital. La confianza social, tan difícil de construir y tan fácil de perder, se encuentra en riesgo en la era digital. El reto no es rechazar la tecnología, sino comprender cómo convertirla en aliada para la paz y la convivencia democrática.
La confianza como bien frágil en la era digital
Históricamente, la confianza social se ha sostenido en tres pilares: instituciones legítimas, medios de comunicación confiables y lazos comunitarios sólidos. La era digital ha sacudido estos fundamentos.
- Instituciones: las noticias falsas y la desinformación sistemática erosionan la credibilidad de gobiernos, organismos internacionales y hasta del sistema científico.
- Medios: la multiplicación de fuentes ha fragmentado la información. La lógica de “clics” privilegia lo espectacular por encima de lo verificable.
- Comunidad: las redes sociales generan burbujas informativas donde los usuarios conviven solo con quienes piensan igual, debilitando el diálogo y la diversidad de opiniones.
La confianza, que antes se sustentaba en referentes estables, ahora oscila en un terreno marcado por algoritmos y flujos de información descontrolados.
Desinformación: un enemigo silencioso
Uno de los principales riesgos digitales es la desinformación, entendida como la creación y difusión deliberada de información falsa para manipular percepciones.
- Durante procesos electorales, campañas de desinformación han incidido en el voto ciudadano.
- En contextos de crisis sanitarias, como la pandemia de COVID-19, la circulación de rumores debilitó la confianza en medidas de salud pública.
- En conflictos armados, la propaganda digital se convierte en arma de guerra psicológica, afectando no solo a combatientes, sino también a la opinión pública global.
La desinformación no solo confunde: destruye confianza. Una sociedad que no sabe en qué creer es terreno fértil para el miedo, la polarización y el autoritarismo.

Polarización y algoritmos
Las plataformas digitales operan con algoritmos diseñados para maximizar el tiempo de permanencia del usuario. El problema es que la emoción que más retiene es la indignación.
Esto genera cámaras de eco y espirales de polarización:
- El usuario ve reforzadas sus creencias previas.
- El debate se convierte en confrontación.
- La confianza en el “otro” se debilita hasta desaparecer.
Así, la arquitectura misma de la comunicación digital puede erosionar la cohesión social. La confianza, entendida como reconocimiento de la legitimidad de quien piensa distinto, queda comprometida.
Oportunidades: el potencial positivo de lo digital
No obstante, la era digital no es solo un campo de amenazas; también abre posibilidades inéditas para fortalecer la confianza social.
- Transparencia y acceso: los gobiernos y las instituciones pueden difundir información en tiempo real, fortaleciendo la rendición de cuentas.
- Participación ciudadana: plataformas digitales permiten que la ciudadanía intervenga en debates, consultas y proyectos de manera más directa.
- Memoria y cultura de paz: archivos digitales, museos virtuales y proyectos de historia oral en línea preservan testimonios y los difunden globalmente.
- Redes de solidaridad: en crisis naturales o sociales, la organización a través de redes digitales ha demostrado su capacidad para movilizar ayuda y construir comunidad.
El mismo espacio que puede fragmentar también puede unir, siempre que se utilice con responsabilidad y creatividad.
Casos ejemplares de uso positivo
- Taiwán: ha implementado plataformas de participación digital que permiten a los ciudadanos deliberar sobre políticas públicas en un entorno transparente y colaborativo.
- Proyectos de fact-checking en América Latina: colectivos como Chequeado (Argentina) o Verificado (México) han demostrado que la verificación ciudadana puede fortalecer la confianza en la información.
- Iniciativas culturales: proyectos de literatura digital colaborativa o archivos de memoria de víctimas han usado la red para conectar comunidades dispersas, fortaleciendo la empatía y la confianza social.
Estos ejemplos muestran que la tecnología no es neutral: puede ser usada para dividir o para reconciliar, para manipular o para construir confianza.
El papel de la educación digital
Frente a estos desafíos, la educación mediática y digital se convierte en un componente esencial de la cultura de paz. No basta con tener acceso a internet; es necesario aprender a evaluar la veracidad de la información, detectar sesgos y ejercitar el pensamiento crítico.
La alfabetización digital debe ser vista como un derecho ciudadano y como una herramienta preventiva contra la erosión de la confianza. Así como en otras épocas se promovió la alfabetización universal para fortalecer la democracia, hoy se necesita alfabetización mediática para sostener la convivencia en la era digital.
Lecciones para la confianza social en tiempos digitales
De estas reflexiones emergen lecciones claras:
- Regular sin censurar: los Estados deben establecer marcos legales que obliguen a la transparencia de algoritmos y combatan la desinformación sin vulnerar la libertad de expresión.
- Fomentar la verificación colectiva: la tarea de comprobar información no debe recaer solo en periodistas, sino también en comunidades digitales activas.
- Recuperar el valor del diálogo: construir plataformas que privilegien la deliberación y no la confrontación es clave para la paz digital.
- Educar en pensamiento crítico: una ciudadanía formada en discernimiento será más resistente a la manipulación y más confiada en el debate democrático.
- Reforzar la dimensión ética de lo digital: recordar que detrás de cada pantalla hay seres humanos, con dignidad y derechos.
Conclusión
La era digital plantea riesgos inéditos para la confianza social, pero también ofrece herramientas poderosas para fortalecerla. El reto está en elegir el camino: permitir que la desinformación y la polarización sigan debilitando nuestras sociedades, o transformar la tecnología en un instrumento de paz, memoria y diálogo.
En este Año Internacional de la Paz y la Confianza, comprender la dimensión digital de la confianza es ineludible. No podemos hablar de paz sin atender a los nuevos territorios donde se juegan los vínculos sociales.
La confianza social, como la paz, nunca es automática: debe construirse día a día. Hoy, esa construcción pasa necesariamente por aprender a vivir, dialogar y reconciliarnos también en el mundo digital.
Anabasis Project
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