Gandhi y el deber interior: una vida al ritmo del Gita

Serie: Lecturas que forjaron a los grandes — Entrega III

Una lectura fundadora

Mohandas Karamchand Gandhi, conocido mundialmente como Mahatma Gandhi, es una de las figuras más emblemáticas del siglo XX. Su vida fue un testimonio de coherencia entre pensamiento, acción y espiritualidad. Sin embargo, detrás del activista, del abogado, del revolucionario pacífico, hubo siempre un lector fervoroso, y entre todos los textos que lo acompañaron a lo largo de su existencia, uno lo guió con especial intensidad: el Bhagavad Gita.

No fue una lectura ocasional. Gandhi volvió al Gita cada día, durante décadas. Lo leyó en distintos idiomas, lo comentó, lo recitó, lo meditó y, sobre todo, lo vivió. En sus palabras, el Gita era su «diccionario de la vida», su «madre espiritual», su «fuente de fuerza invencible». Comprender la relación entre Gandhi y el Gita es, en consecuencia, comprender el corazón mismo de su pensamiento y acción política.

El Gita: una obra de guerra con un mensaje de paz

El Bhagavad Gita es un texto clave dentro del Mahabharata, una de las grandes epopeyas de la India antigua. Su estructura es dialógica: se trata de una conversación entre Arjuna, un guerrero paralizado por el dilema moral de luchar contra su propia familia, y Krishna, su auriga y divinidad encarnada. En medio del campo de batalla, Krishna instruye a Arjuna sobre el deber, el desapego, la acción justa y la naturaleza del alma.

Aunque ambientado en el contexto de una guerra, el mensaje del Gita no glorifica la violencia. Por el contrario, propone una filosofía del deber interior, de la acción sin apego a los resultados, de la disciplina espiritual y de la renuncia al ego. En sus versos se entrelazan nociones del yoga, del dharma (deber), de la devoción y del autoconocimiento.

Para Gandhi, el Gita fue una revelación porque transformaba la acción externa en un camino de liberación interna. Le mostró que se podía actuar en el mundo sin perder el centro, que la política podía ser un ejercicio del alma, y que la lucha podía ser compatible con la paz interior.

Sudáfrica: el despertar del deber

Fue durante su estancia en Sudáfrica, entre 1893 y 1914, cuando Gandhi comenzó a leer el Gita de manera sistemática. En ese tiempo, enfrentó discriminación, injusticia y agresiones por su condición de indio. En medio de ese contexto hostil, el Gita se convirtió en su refugio espiritual y en su escuela de acción.

Allí nació el concepto de satyagraha —»fuerza de la verdad»—, una forma de resistencia no violenta inspirada directamente en las enseñanzas del Gita. Gandhi comprendió que la verdadera valentía no consiste en devolver golpe por golpe, sino en actuar con firmeza, pero sin odio; con determinación, pero sin deseo de dañar al otro. Esa idea central del Gita: actuar sin apego al fruto de la acción, guiado por el dharma, modeló su estrategia política y su ética personal.

Traducción y meditación

Gandhi no solo leyó el Gita; también lo tradujo y comentó. En 1926, durante su estancia en la prisión de Yeravda, escribió una serie de reflexiones sobre el texto sagrado, conocidas como «Los comentarios de Gandhi al Bhagavad Gita». En ellas, se aleja de las interpretaciones puramente teológicas o nacionalistas, y ofrece una lectura profundamente ética, interior y universalista.

Para él, el Gita no es un llamado a las armas, sino a la disciplina interior. La batalla que se libra es simbólica: es la lucha entre las fuerzas del ego y las del espíritu, entre el apego y el desapego, entre la ignorancia y el conocimiento. Cada persona, según Gandhi, es un Arjuna que debe aprender a escuchar a su Krishna interior.

Gandhi practicaba la lectura del Gita como parte de su vida diaria. Al amanecer, antes de iniciar cualquier tarea, leía algunos versos, los meditaba, y desde ese centro iniciaba su jornada. Lo mismo hacía antes de acostarse. La lectura era oración, meditación, alineación interior.

La acción como renuncia al ego

Uno de los ejes centrales del pensamiento gandhiano es la noción de acción desinteresada, que toma directamente del Gita. Actuar no por ambición personal, ni por odio, ni por deseo de reconocimiento, sino porque es lo correcto, lo justo, lo que dicta la conciencia. Esta forma de actuar, lejos de la pasividad, es intensamente activa, pero sin agresividad.

En la lucha por la independencia de la India, Gandhi puso en práctica esta filosofía. Ayunos, marchas, huelgas, boicots, todo era parte de una acción guiada por el dharma, pero desprovista de odio. No deseaba humillar al oponente, sino despertarlo. No quería destruir al adversario, sino transformarlo.

El Gita enseña que quien actúa desde el ego está encadenado, mientras que quien actúa desde el deber está libre. Gandhi internalizó esta lección y la convirtió en la base de su estilo de liderazgo.

El yoga de la acción

El Gita propone diversos caminos de liberación espiritual, entre ellos el karma yoga, o yoga de la acción. Este camino propone que no es necesario renunciar al mundo ni aislarse, sino actuar en él con plena conciencia y desapego. Gandhi adoptó este camino como su guía vital.

Para él, cada acto —desde hilar su propia ropa hasta desafiar al imperio británico— era un acto de yoga, una práctica espiritual. No hacía distinción entre lo espiritual y lo político, entre lo religioso y lo civil. Todo estaba unido por el hilo de la conciencia. En esto, su lectura del Gita le dio una estructura filosófica y espiritual para vivir la unidad entre acción y contemplación.

El desapego como fuerza invencible

Una de las ideas que más profundamente impactó a Gandhi fue la del desapego. No significa indiferencia ni frialdad, sino la capacidad de actuar sin quedar atado a los resultados. Gandhi luchó por la independencia, pero siempre afirmó que si su país fracasaba, su paz interior no sería alterada. Lo importante era hacer lo correcto, no triunfar.

Este principio le dio una fortaleza impresionante. Pudo soportar la prisión, las críticas, las traiciones y los fracasos sin perder la serenidad. El Gita le había enseñado a ser libre incluso en la cárcel, victorioso incluso en la derrota.

Arjuna y Gandhi: la duda como inicio del camino

El Gita comienza con Arjuna lleno de dudas. No quiere luchar, no quiere herir, no sabe qué hacer. Esa duda es vista por Gandhi no como debilidad, sino como el punto de partida de la sabiduría. Gandhi también tuvo dudas, también tuvo miedo. Pero no huyó de ellos. Aprendió, como Arjuna, a escuchar una voz más profunda. Esa voz, que para él era la de Krishna, es la conciencia pura, la voz del deber, del amor, de la verdad.

En sus escritos, Gandhi alentó a las personas a no buscar respuestas automáticas, sino a dialogar con su propio interior, a vivir el Gita no como dogma, sino como camino.

El Gita como texto universal

Aunque el Gita es un texto profundamente hindú, Gandhi lo interpretó de forma universal. Para él, no era un libro exclusivo de una religión o de una cultura, sino un tesoro espiritual para toda la humanidad. Lo comparaba con otros textos sagrados como el Sermón del Monte o el Dhammapada budista. Su mensaje, según él, trasciende las formas: invita a todo ser humano a descubrir su deber y vivir conforme a su verdad interior.

Esta lectura abierta y no sectaria del Gita fue clave para que su movimiento político pudiera sumar a personas de distintas creencias. La espiritualidad que Gandhi encarnaba era inclusiva, dialógica y profundamente respetuosa.

Conclusión: leer para actuar, actuar para liberar

La relación entre Gandhi y el Bhagavad Gita es una de las más bellas historias de lectura transformadora. No se trata de un simple gusto literario, ni de una referencia intelectual. Es una relación viva, constante, cotidiana. Gandhi no citaba el Gita: lo respiraba. No lo usaba como bandera: lo encarnaba.

En él encontró la fuerza para desafiar imperios, la serenidad para soportar la violencia, la claridad para liderar una nación. Pero sobre todo, encontró el camino para unir acción y contemplación, lucha y paz, exterior e interior. Leer el Gita fue para él una forma de habitar la verdad.

Hoy, en un mundo acelerado, fragmentado, sediento de sentido, la experiencia de Gandhi nos recuerda que los grandes libros no están hechos solo para ser entendidos, sino para ser vividos. Que una lectura puede convertirse en destino. Y que, como enseña el Gita, no hay acción más poderosa que aquella que nace del corazón pacificado y del alma despierta.

Anabasis Project


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