Las mujeres en la Odisea: entre el poder y la espera

Tercera entrega de la serie: “Odisea eterna: lecturas para comprender el alma humana”


Introducción: voces femeninas en el corazón de la epopeya

Aunque La Odisea ha sido leída durante siglos como una epopeya del viaje de un héroe masculino, resulta imposible comprender su fuerza sin detenerse en sus personajes femeninos, cuya presencia da sentido, forma y tensión dramática al relato. Penélope, Circe, Calipso, Nausícaa, las sirenas, incluso la diosa Atenea, configuran un mundo en el que lo femenino no es marginal, sino axial.

Estas mujeres no solo acompañan el viaje de Odiseo, sino que también lo definen, lo cuestionan y lo sostienen. Ellas son prueba, refugio, obstáculo, guía, deseo, inteligencia, paciencia, protección y civilización. Cada una representa una fuerza distinta dentro del universo simbólico de la Odisea.

En esta tercera entrega exploraremos el papel de estas figuras como reflejo de las múltiples dimensiones de lo femenino en la antigüedad y también como arquetipos universales que siguen resonando en el presente.

I. Penélope: el arte de esperar sin ceder

Penélope ha sido interpretada durante siglos como el modelo de la esposa fiel. Sin embargo, esta visión simplificada no alcanza a captar su verdadera complejidad. Penélope no es pasiva ni sumisa, sino una figura de inteligencia estratégica, de resistencia simbólica y de silenciosa firmeza.

Durante los veinte años de ausencia de Odiseo (diez en Troya, diez en el mar), Penélope mantiene el orden de Ítaca, defiende su hogar del desorden y el abuso de los pretendientes, protege a su hijo y, sobre todo, teje su propia narrativa.

El famoso episodio del telar —tejer de día, destejer de noche— es una metáfora poderosa del tiempo femenino: el tiempo cíclico, protector, que resiste sin destruir. Penélope convierte el acto doméstico en un acto político, y su telar es un escudo. A través de su astucia, iguala a su marido en inteligencia y en habilidad para resistir.

Penélope no solo espera: sabe esperar con dignidad, con estrategia, con poder simbólico. Su reconocimiento de Odiseo, finalmente, no es emocional, sino racional: lo pone a prueba. La intimidad de la pareja está marcada por el mutuo reconocimiento de su inteligencia.

II. Circe: la hechicera que enseña

Circe no es una simple seductora. Es una figura ambigua: poderosa, independiente, capaz de transformar a los hombres en animales, pero también capaz de reconocer a Odiseo como igual, instruirlo y ayudarlo.

Cuando convierte a los compañeros de Odiseo en cerdos, simboliza la degradación de lo humano cuando se cede a los impulsos sin razón. Pero no es malvada: una vez confrontada, se convierte en una aliada sabia. Con ella, Odiseo permanece un año. ¿Qué aprende en ese tiempo?

Circe representa el conocimiento antiguo, femenino, vinculado a la naturaleza, a los misterios del cuerpo y de la muerte. Es ella quien le señala el camino hacia el Hades, la región de los muertos, donde Odiseo deberá enfrentar su pasado y la verdad del destino humano.

En Circe, lo femenino es poder que educa, guía y transforma. No busca anular al héroe, sino iniciarlo en una comprensión más profunda de sí mismo y del mundo.

III. Calipso: la inmortalidad sin sentido

La ninfa Calipso ofrece a Odiseo algo que ningún humano puede rechazar fácilmente: la inmortalidad, el placer, la paz, la ausencia de dolor. Y sin embargo, Odiseo desea irse. Calipso representa una tentación no destructiva, sino insidiosa: la tentación de permanecer donde no hay lucha, pero tampoco identidad.

Durante siete años, Calipso retiene al héroe en su isla. La pregunta que plantea es radical: ¿por qué dejar un paraíso para volver a un mundo incierto y doloroso?

La respuesta de Odiseo es clara: porque Ítaca le da sentido a su existencia. Calipso, entonces, es el rostro de lo eterno sin pertenencia, de lo bello sin historia, de lo dulce sin profundidad. Ella ama, pero no puede ofrecer un hogar, solo una jaula dorada.

La decisión de Odiseo de marcharse es una declaración profunda: la vida humana, con todo su dolor, vale más que la eternidad sin identidad.

IV. Nausícaa: la hospitalidad y el umbral de lo posible

La princesa Nausícaa, hija del rey Alcínoo, representa el rostro civilizado del mundo, la joven que recibe al náufrago con amabilidad, sin miedo ni prejuicio. Ella es quien permite que Odiseo vuelva a entrar en la esfera humana después de tantos años errando.

El encuentro con Nausícaa tiene una dimensión iniciática: ella representa el umbral, la transición entre el mundo salvaje del viaje y el mundo ordenado de la polis. Su figura es luminosa, pura, cortés. No hay seducción, sino respeto y cordialidad.

Ella guía a Odiseo hacia la corte, hacia la palabra, hacia el relato. Es gracias a los feacios que él narra su historia, y esa narración reordena su identidad.

Nausícaa es, por tanto, la mediadora entre el caos y el orden, entre lo perdido y lo recuperado.

V. Atenea: la diosa de la razón y la acción justa

La figura femenina más poderosa de toda la Odisea es divina: Atenea, hija de Zeus, diosa de la sabiduría, la estrategia, la guerra justa. Es protectora de Odiseo, pero también guía de Telémaco y arquitecta del equilibrio en Ítaca.

Atenea no actúa directamente, sino que inspira, sugiere, disfraza, protege desde las sombras. Su intervención permite que Odiseo conserve su vida, que Penélope mantenga la esperanza, que Telémaco madure.

Atenea representa el poder del pensamiento prudente, la acción guiada por la inteligencia y el sentido de la justicia. En un mundo de pasiones y peligros, su feminidad no es pasiva ni emocional, sino estructuradora, racional y decisiva.

Conclusión: lo femenino como eje del sentido

En La Odisea, las mujeres no son accesorios del viaje: son su sustancia. Cada una de ellas —Penélope, Circe, Calipso, Nausícaa, Atenea— representa una dimensión de lo femenino: la espera activa, la sabiduría transformadora, la tentación inmóvil, la hospitalidad civilizadora y la inteligencia estructural.

Odiseo no podría realizar su viaje sin ellas, ni regresar a Ítaca sin ser moldeado por sus encuentros. Lo femenino, en este poema, no es débil ni inferior: es guía, frontera, espejo y destino.

Leer La Odisea desde sus mujeres es devolverle profundidad, complejidad y humanidad. Es recordar que toda travesía necesita no solo fuerza, sino inteligencia, memoria y afecto.

Anabasis Project


Este artículo explora la presencia y el poder de las mujeres en La Odisea, mostrando cómo figuras como PenélopeCirceCalipsoNausícaa y Atenea configuran un mundo simbólicamente profundo. Se analizan sus roles como símbolos de inteligencia, tentación, hospitalidad, estrategia y espera activa, desmontando visiones simplificadas para ofrecer una lectura rica en matices. Estas mujeres no sólo acompañan al héroe: lo forman, lo prueban y le ofrecen sentido. La entrega ofrece una reflexión contemporánea sobre la feminidad arquetípica en la literatura, la sabiduría simbólica del mito, y el poder transformador del encuentro con lo femenino.

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